La historia de la música urbana es una de reinvención perpetua. Mucho antes de las colaboraciones de lujo entre Bad Bunny y Drake, antes de que Duplo se auto invitara a la fiesta del baile funk y cobrara millones, estos géneros se distinguían por su naturaleza experimental: sus técnicas básicas de sampleo, sus freestyles espontáneos, por el movimiento constante y el desplazamiento de la diáspora afro; tanto sus sonidos como su gente. Esta música nace en las comunidades marginadas de América Latina: en sus favelas, caseríos, barriadas y arrabales de poblaciones afrodescendientes de toda la región y en sus ciudades hermanas de la diáspora como Nueva York y Miami. Desde el rapero puertorriqueño Tego Calderón y su reivindicación de la identidad negra boricua hasta la estrella del funk carioca Tati Quebra-Barraco y su empoderamiento sexual, la música urbana siempre ha sido un espacio para la multiplicidad: el placer, la protesta, el romance. Esta es la banda sonora de la lucha y del regocijo.
la música urbana abarca una amplia gama de estilos que se desvían continuamente en rumbos impensables. Los sonidos que antes eran underground e hiperregionales ahora se han convertido en los estilos musicales más populares de Latino américa y con fieles seguidores en todo el mundo. Eso no quiere decir que el género urbano no haya sido discriminado. Al contrario. Sin excepción, estas escenas han provocado discusiones importantes sobre el racismo y el clasicismo, se han enfrentado a campañas de supresión en Puerto Rico o a la censura de parte de los gobiernos en Colombia y la República Dominicana, entre otros.
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